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La taberna

Macario Schettino | @macariomx

En la FIL de Guadalajara de 2011, Enrique Peña Nieto, entonces exgobernador del Edomex en proceso de convertirse en candidato presidencial, sufrió un momento muy difícil. A quien llevaba el evento en el que él participaba se le ocurrió preguntarle por tres libros que habrían marcado su vida. Peña Nieto no encontraba cómo salir del aprieto, y creo recordar que incluso mencionó la Biblia.

Fue objeto de la burla general, pero a mí me pareció una situación terrorífica. Desde entonces, en algunas ocasiones alguien me ha hecho preguntas similares, frente a las cuales es imposible tener una respuesta, a menos que uno haya leído cinco libros. Así, es fácil saber cuáles tres son importantes. Cuando se ha leído un poco más, identificar aquellos que “cambiaron su vida” se hace imposible.

Debido a esas veces que me han preguntado, a últimas fechas me dio por intentar ubicar alguna obra que me hubiese resultado importante, y he llegado a la conclusión que el libro que más ha modificado mis decisiones ha sido La taberna, de Emilio Zolá. Recuerdo haberlo leído hacia los 18 años, y la historia de Gervaise, la heroína de la novela, me provocó gran tristeza. No recuerdo muchos detalles, pero Gervaise es una buena persona, muy trabajadora, que intenta continuamente salir de la miseria, pero las circunstancias a su alrededor, sobre todo las decisiones que toma para cuidar a otros antes que a sí misma, le impiden tener éxito.

Zolá me convenció de que la trampa de la pobreza pasa por la manera en que interpretamos el mundo. Sin duda las condiciones materiales importan, pero no son todo. Tampoco lo es ni el trabajo, ni las buenas intenciones. A partir de esa lectura, crecieron mis dudas con respecto a las teorías que insistían en resolver las condiciones materiales, especialmente aquellas que sugerían utilizar la violencia para ello. Pero también mi falta de convencimiento de que basta el esfuerzo para vencer las circunstancias. Hay un tramado de ideas y creencias que reduce nuestro espacio de decisiones, convirtiendo nuestra vida en algo inercial. Esas cadenas mentales pueden impedir que tanto el esfuerzo propio como la ayuda externa funcionen.

Ojalá pueda usted leer la novela, porque creo que es valiosa, pero no es por eso que la traigo a colación. Lo que ocurre es que en la evaluación continua del funcionamiento del actual gobierno, Zolá regresa a cada rato. No puedo evitar comparar lo que ocurre en México con lo que le ocurría a Gervaise. Trabajaba duro, ahorraba, preparaba planes para salir definitivamente de la pobreza, y de pronto alguien cercano destruía todo lo andado. Había que rescatarlo, ayudarlo, lo que fuese, y todo lo trabajado desaparecía, de manera que había que empezar de nuevo.

Viendo cómo hemos perdido casi todo lo avanzando en las últimas décadas, no puedo pensar en otra imagen. Gobiernos calificados, organismos técnicos, presupuestos moderados, sistemas controlados para enfrentar la pobreza, ofrecer salud, usar eficientemente la energía, todo eso ha desaparecido. El muy lento avance en derechos humanos y cumplimiento de la ley, también. Y no fue por falta de esfuerzo y trabajo, ni por una catástrofe externa. Fue alguien de la familia, como le ocurría a Gervaise, quien derrumbó lo logrado. Alguien que apela a los sentimientos más oscuros de los demás, sea la búsqueda descarnada de poder o la subordinación limosnera, sembró la discordia en casa. La cosecha será amarga.

Es posible, incluso probable, que podamos quitarnos al alacrán de encima, pero habrá que sumar aún más desgracias a las ya existentes. Será cuando logremos romper esas cadenas mentales cuando lograremos que México avance sin el riesgo de perderlo todo cada cierto tiempo. Creo que ése debe ser el gran objetivo dentro de un año.

Este artículo se publicó originalmente en El Financiero, se reproduce con la autorización del autor.

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