Política de principios
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Ideas de hoy
Juan José Rodríguez Prats | @RodriguezPrats
Muchas son las cosas que parecen dar la razón a quienes sostienen que la política ya no es lo que era.
Daniel Innerarity
Cada vez estoy más convencido de que el siglo XXI está soslayando en forma reiterada a la historia y la filosofía. Unas naciones con más prisa y otras más lentas (México está entre las primeras) se niegan a aprender del pasado y se resisten a reflexionar sobre temas trascendentes.
Se percibe un afán vertiginoso por innovar sin ponderar las experiencias del pasado. De la filosofía se ha desgajado la ciencia política y las ideologías. Prevalecen nuevas tecnologías y se privilegia lo cuantitativo a lo cualitativo. En el quehacer público se etiqueta y se encasilla, propiciando la polarización y pulverización de la participación ciudadana.
Hace algunas semanas, mi entrañable amigo Agustín Basave Benítez me hizo una honrosa invitación para participar en un homenaje a su padre. Por motivos de salud no podré asistir; sin embargo, quiero dejar algunas reflexiones sobre su prolífica obra a cien años de su nacimiento. Luis Recaséns Siches lo define: “En el horizonte filosófico y filosófico-jurídico de México destaca con un alto rango Agustín Basave Fernández del Valle, joven pensador (1923) y fecundo maestro”.
Llevamos algunos años constatando cómo muchos estudiosos viven hablando de una crisis ético-política. Nadie se explica razonablemente que personajes como, por mencionar a los más conspicuos, Trump, Putin y Maduro, hayan alcanzado el poder en sus países y mantenido altos niveles de popularidad. Sin duda, los filtros de la democracia para elegir gobernantes están deteriorados.
En La política en tiempos de indignación, Daniel Innerarity, escribe: “En estos momentos históricos entre el ‘ya no’ y el ‘todavía no’ los seres humanos ofrecemos espectáculos diversos que podrían hacer reír a los togoleses, pues hay quien reivindica lo que ya tiene, quien defiende lo que no está vigente o quien promete lo que no puede”. Y Pankaj Mishra, en La edad de la ira, nos advierte: “Su expresión más amenazadora en la edad del individualismo puede muy bien ser el violento anarquismo de los desheredados y los superfluos”.
El filósofo Basave, en su libro póstumo La civilización del amor, con gran erudición y fervorosa convicción, nos hace una alentadora propuesta que es menester reseñar. No intento agotar el ejercicio. Abordo algunas ideas:
Si la mayoría de los seres humanos no saben hacia dónde van, ni saben bien qué hacer, vamos a decirles que vamos y necesitamos su apoyo a la civilización del amor con el proyecto del humanismo ecuménico planetario y con la razón, con la fe, con la esperanza que suscita la civilización que todos los hombres desean en su interior, aunque no lo hayan tematizado. Es preciso sacudir el conformismo, la trivialidad, la apatía y el oportunismo. ¿Qué es la civilización del amor? Civilización significa un conjunto de valores y disvalores que configuran y expresan la cosmovisión de una comunidad humana.
Da cuatro recomendaciones:
Conocimiento de la sociedad que se vive; evaluación de los elementos positivos y los elementos negativos para rescatar lo rescatable; selección de medios que configuren el proyecto que apunta al modelo deseado; puesta en acción del proyecto con firme y perseverante decisión.
Analiza en detalle los llamados “pueblos hospitales” realizados por Vasco de Quiroga en Michoacán. Cómo los deben añorar los michoacanos de hoy o al procurador de los indios, fray Bartolomé de las Casas en Chiapas. Ambos hicieron grandes aportaciones a la política social y humanista hace casi 500 años.
Don Agustín insiste en algo fundamental: ser benevolente. La única jerarquía aceptable con beneplácito es la bondad. Los rasgos más relevantes de los próceres de todos los pueblos son los que hacen más explícitos la calidad humana. Si no hay buena voluntad, todas las acciones resultan dañinas.
Retornaremos a estos temas.
Este artículo se publicó originalmente en Excélsior, se reproduce con la autorización del autor.
