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El estadista y el porro

Sergio Negrete Cárdenas | @econokafka

Ernesto Zedillo Ponce de León nació en la Ciudad de México en diciembre de 1951, aunque desde niño su familia se trasladó a Mexicali, el desértico norte. Andrés Manuel López Obrador en noviembre de 1953 en Tepetitán, el tropical sur. Las familias de ambos sin grandes recursos, Zedillo conociendo más la pobreza.

Los dos estudiaron la carrera en universidades públicas. El tabasqueño en la Universidad Nacional, Ciencias Políticas y Administración Pública; Zedillo, economía en el Instituto Politécnico Nacional. Esta licenciatura se cursaba en cinco años, pero adelantó materias y acabó en tres, al tiempo que trabajaba de analista en la Secretaría de la Presidencia, posteriormente Programación y Presupuesto (SPP). En la década de 1970 ambos ingresaron al Partido Revolucionario Institucional (PRI).

AMLO tardaría muchos más que los cuatro años que oficialmente duraba su licenciatura. Cursó materias entre 1973 y 1987, reprobando varias, destacadamente matemáticas, estadística, economía y economía política. Otras las aprobó con la calificación mínima, concluyendo con un promedio de 7.72. Fue todo un fósil de la UNAM. Finalmente se titularía en octubre de 1987.

Zedillo, doctor en Economía desde 1981, ascendía ese mismo mes y año a subsecretario en la SPP tras una fulgurante carrera en el Banco de México. Como no hablaba inglés, originalmente había pensado hacer un posgrado en Chile. Con el apoyo de un extraordinario economista y funcionario público, Leopoldo Solís, estudió inglés y después los posgrados en la Universidad de Yale.

Los dos seguían en el PRI, que AMLO abandonó en 1988 tras la elección presidencial para irse con Cuauhtémoc Cárdenas, quien había logrado un apoyo popular impresionante aunque perdiendo oficialmente ante Carlos Salinas de Gortari. El michoacano lo apoyaría en forma extraordinaria y López Obrador llegó a líder del partido formado en torno a Cárdenas, el PRD, en 1996.

Ya para entonces era un fogueado y rijoso político, derrotado en dos ocasiones en su pretensión de ser gobernador de Tabasco. Siempre alegó fraude y su protesta no era ante las instancias electorales, sino con marchas y ocupaciones, igual de pozos petroleros en Tabasco que del Zócalo capitalino. Perfeccionó como pocos el uso de la violencia disfrazada de protesta que alegaba pacífica.

Quien más enfrentaría sus embates fue Zedillo, desde 1994 Presidente de la República. AMLO cobró mayor relevancia con un demagógico, pero políticamente brillante, ataque al rescate del sistema bancario, prácticamente quebrado por la crisis económica que explotó en diciembre de 1994, y que en buena parte fue responsabilidad de Zedillo (aunque hábilmente le pasó la factura completa a su antecesor). Hasta el día de hoy el tabasqueño sigue sin entender, o finge que no entiende, la necesidad de preservar el patrimonio de ahorradores y evitar el desplome de la cadena de pagos.

A pesar de todos los choques, Zedillo permitió a AMLO competir por la jefatura de gobierno de la Ciudad de México (oficialmente residía en Tabasco), y de la misma forma reconoció la victoria del panista Vicente Fox. Esto tras la consolidación democrática por medio de un renovado Instituto Federal Electoral.

El hoy Presidente no se cansa de cuestionar y atacar a Zedillo, lo mismo que a la autoridad electoral, que quiere desaparecer. El estadista es un destacado profesor en Yale; el porro asentado en Palacio Nacional quiere destruir la democracia que le permitió llegar al poder.

Este artículo se publicó originalmente en El Financiero, se reproduce con la autorización del autor.

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