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Apuntes sobre la “inevitable” victoria de Morena en Tabasco

Mayra Jazbeth Martínez Pérez | @mayraveracruz

A partir de información que evidentemente no está considerando ni midiendo a profundidad acontecimientos políticos y sociales de reciente cuño, las encuestas y una gran mayoría de analistas de los medios de comunicación dan por hecho que en la elección de gobernador de Tabasco, Morena tendrá un día de campo y una jornada exenta de sobresaltos.

También en algunos sectores de la oposición a la 4T y en buena parte de la opinión pública nacional, hay quienes, influenciados por las percepciones existentes, que son fruto de la propaganda, más que de la información objetiva, consideran que el triunfo morenista en tierras tabasqueñas es algo hasta cierto punto “normal”, una voluntad colectiva inamovible; como si los comicios fueran mero trámite.

Pero en el pantano tabasqueño la historia se escribe en medio acuoso, no hay nada firme bajo los pies, y hay varias señales públicas que nos deberían llevar a considerar que en Palacio Nacional (que es donde se construyen las estrategias de las campañas electorales de este año) se han encendido focos de preocupación por lo que pueda pasar el 2 de junio en aquella entidad. No son señales de alerta, pero casi. Acompáñeme a ver esta que puede terminar como una triste historia de la política nacional.

En primerísimo lugar, partamos de algo que sí es incontrovertible: en los cálculos políticos de Morena respecto de Tabasco, jamás estuvieron presentes dos rompimientos que cambiaron las coordenadas del juego político estatal. El primer rompimiento es el de la unidad interna, a raíz de la candidatura presidencial que perdió el que era el favorito del morenismo local, Adán Augusto López Hernández; el segundo rompimiento y quizá el más importante, es el de los acuerdos que sostenían las autoridades con grupos criminales para mantener a un bajo costo social, la tranquilidad del estado.

En el primer caso, las diferencias son inocultables (sobre todo porque en el gen priista que lleva integrado el morenismo, los ganadores se sienten con el derecho de llevarse todo) y llegaron al extremo de que el propio López Obrador tuvo que sacrificar la candidatura al Senado de su hermano José Ramiro para entregársela a Rosalinda López, la esposa del gobernador de Chiapas y hermana de Adán Augusto. Una jugada que sólo se explica por el interés presidencial que el jefe del Grupo Tabasco, declarado en franca rebeldía tras su derrota, mantenga la disciplina y ayude a ganar la plaza.

El otro rompimiento, el del pacto de seguridad, es más doloroso. A diferencia del arte Kintsugi de los japoneses, las fracturas en este bien valioso no se pegan con oro (ni con dólares) sino a punta de balazos, y el saldo de las consecuencias de enviar 2,500 militares para erradicar a un grupo criminal ya se está notando. En los últimos días se han vuelto una constante los autos incendiados, algunos con cuerpos inertes dentro, la aparición de cuerpos desmembrados como rompecabezas, e incluso, los videos captando ejecuciones (vaya ironía tecnológica) “en vivo”.

Lo peor que pudo haber hecho el gobierno y su partido frente a este rompimiento que no esperaban, fue negar no sólo la situación sino, sobre todo, la gravedad del problema. El propio presidente López Obrador dijo que era “propaganda opositora”, y a partir de ahí, todos los cuadros gobernantes y políticos de Morena se enfocaron a repetir que eran mentiras, que nunca hubo balazos en las calles, ni carros incendiados, ni comercios asaltados en dos jornadas que los tabasqueños van a tener muy presentes el día de la jornada electoral: el 22 de diciembre y el 4 de enero.

Adicional a los problemas políticos y de gobernanza, Morena tiene un tercer problema que necesariamente va a aparecer en las encuestas cuando sea tema de la campaña. Para decirlo en términos beisboleros, Javier May Rodríguez, es el tercer hombre al bate enviado por López Obrador como gobernador de Tabasco, y los tabasqueños saben bien que el saldo de sus recomendados no ha sido el mejor. Tabasco, por decir lo menos, ha permanecido estancado respecto al desarrollo, incluso del que registran otros estados del sureste.

En 2012, AMLO recomendó a Arturo Núñez, que terminó como el gobernador más repudiado de la historia reciente en esa entidad, y después apadrinó a “su hermano” Adán Augusto, que bateó todas para su peculio y el de sus socios, y que cuando pensaba pegar de jonrón en grandes ligas, fue ponchado por su propio manager, quedándose con el bate al hombro, literalmente viendo jirafas.

Ahora, López Obrador recomienda a un tercer personaje para que gobierne el estado, un honor que a él le negaron sus paisanos en dos ocasiones (1988 y 1994). Se trata del ex director de Fonatur, Javier May Rodríguez, un cuadro que ha superado sus muy marcadas limitaciones personales, académicas y políticas cumpliendo el requisito indispensable para estar cerca de López Obrador: lealtad absoluta.

May carece de arraigo, es un completo desconocido para buena parte de la población, sobre todo la clase media, y esa que podría ser su fortaleza, es su principal debilidad porque al carecer de trayectoria propia (a diferencia de otros aspirantes que dejó en el camino, como Raúl Ojeda Zubieta) tiene que presentarse como el representante de un político que le ha fallado dos veces a Tabasco, alguien que para no afectar su imagen, fue capaz de llamarle exagerados y mentirosos a los tabasqueños por expresar preocupaciones por la creciente inseguridad.

De modo que la división interna, los problemas que han acumulado sus gobiernos y el bajo perfil del candidato que eligieron, son tres elementos de peso que ponen en riesgo la profecía morenista. Habrá que ver si la oposición es capaz de aprovechar el momentum social de Tabasco.

Este artículo se publicó originalmente en SDPNoticias, se reproduce con la autorización del autor.

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