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Política de principios

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El mexicano

Juan José Rodríguez Prats | @RodriguezPrats

México se desmejicaniza.

Con su pan se lo coma.

Salvador Novo

Hace casi 500 años debatieron fray Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda sobre cómo concebir la conquista de América. El primero, reconocido como “El procurador de los indios”, congruente con su libro Del único modo de atraer a todos los pueblos a la religión verdadera, consideraba al indígena un ser con racionalidad y dignidad. El segundo defendía los derechos y la conveniencia del dominio de los españoles sobre los indígenas.

La percepción es que el humanista y obispo de Chiapas ganó la contienda que definió los principios de las Leyes de Indias. Sin embargo, en su aplicación se incurrió en graves omisiones. Inició una nefasta tradición al expresar los responsables de su aplicación: “Se observa, pero no se cumple”.

No dudo en considerar al fraile dominicano como el pionero en el estudio del mexicano, que se ha prolongado hasta nuestros días.

Francisco Javier Clavijero, expulsado de la Nueva España con sus hermanos jesuitas, escribe desde el exilio La historia antigua de México. En su dedicatoria a la universidad se lee: “A la patria mexicana”. Me parece que, con anticipación a la Independencia, se da el primer reclamo de nuestra identidad. Desde entonces se viene estudiando a nuestro pueblo con gran fervor. Nuestros más preclaros intelectuales algo han aportado en esta materia.

En el balance de nuestra personalidad y cultura, salimos con un notable déficit. En contraste con el inicio, se nos ha calificado con una serie de carencias y falencias para concluir con un diagnóstico, para decirlo eufemísticamente, de personas con escasas aptitudes para ser buenos ciudadanos.

Nuestra clase política contribuyó aún más a fortalecer esta idiosincrasia. Por ejemplo, al entregar la tierra como consecuencia de la reforma agraria, la sacó del mercado y se la entregó a los peticionarios, con la limitante (como lo proponían en Roma los hermanos Graco en el siglo II a.C.) de no poder venderla. Se aplicó una especie de capitis diminutio. El problema mayor del campo, hoy, es la incertidumbre jurídica en la tenencia de la llamada propiedad social, que abarca la mitad del territorio nacional.

En nuestro derecho hay muchos casos en que a los sujetos activos y pasivos de la relación jurídica se les considera como menores de edad. El titular del Ejecutivo se ha referido a sus partidarios como “mascotas”, o, pretendiendo halagar a los pobres que, gracias a los programas sociales, son fieles en sus preferencias electorales.

Creo que con la transición a la democracia (la cual considero mal lograda) y con el Tratado de Libre Comercio, ha habido un cambio radical. El mexicano ha dejado de ser lo que era. Habría que actualizar los estudios elaborados, sobre todo los del siglo pasado. Ya hay algunos destellos a los que habrá que darles continuidad.

Hay avances y retrocesos. Infinidad de asuntos nos obligan a replantear la agenda nacional: el estallido de movimientos sociales que rebasan los cauces de la ley para canalizar demanda, la penetración del crimen organizado, la influencia de un mundo globalizado, las corrientes migratorias (en ambas vertientes: los que se van y los que llegan), la irreversible imbricación económica con Estados Unidos, que ha evidenciado la capacidad competitiva del mexicano y su enorme potencial; la degradación política, confirmada cotidianamente por la pobreza del debate y por su sobrecarga ideológica; el sectarismo y la intransigencia que repercuten en la autoestima y en los paradigmas de gobernantes…

El tema es heterogéneo, diverso y complejo. Exige un enfoque multidisciplinario y una actitud ética para hacer la crítica y la autocrítica que nos haga retornar al diálogo y al acuerdo. Requerimos de una actualizada y renovada mexicanidad. Una cosa me parece sustancial, es insoslayable y demanda un proceso de adaptación.

Los tiempos que vendrán en Norteamérica, en nuestro país y en el mundo serán cruciales. Me gusta este término: se van a cruzar hechos e ideas. No habrá espacio para la neutralidad.

Este artículo se publicó originalmente en Excélsior, se reproduce con la autorización del autor.

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