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Xóchitl no sale de los ‘xingaos’, de la ‘xingona’, de las ocurrencias… y ya se estancó

Mussio Cárdenas Arellano | @mussiocardenas

Xóchitl perdió la magia. Se estancó en el huipil, en la pobreza, en el desafío de vida, en la bici, en los xingaos y se olvidó de crecer.

Perdió tres meses y extravió el rumbo. Y sigue sin alcanzar a Claudia Sheinbaum, la candidata mediocre de Morena, la calca de Andrés Manuel López Obrador.

“Voy por un México chingón”, dice mientras Sheinbaum, que no sabe hablar, que no sabe moverse en el escenario, que ofrece seis años más de basura de gobierno, le saca 10 puntos de ventaja y en las encuestas cuchareadas hasta 20.

“Soy chingona”, dice de sí misma doña Xóchitl Gálvez, tan adicta ella al autoelogio, sin inmutarse por el show de los priistas que se agarran a chingadazo puro, unas ratas tomando rumbo hacia Morena, el Partido Verde o el Partido del Trabajo, y otras ratas —Alito Moreno, Moreira, Beltrones, el Fofo Ramírez— taponando las fisuras que tienen al PRI al borde del naufragio.

Pues ni tan chingona la virtual e inminente candidata del PRIANRD, que poco a poco, día a día, pierde adeptos en la sociedad civil, los que se convencieron que su única virtud es hacerlos reír.

La magia no basta. La sonrisa, la historia de la niña pobre, de la joven que estudió, de la empresaria especialista en edificios inteligentes, no basta. Los relatos de la mujer que no olvidó sus raíces, la que creó fundaciones y llevó alimentos a los grupos indígenas, no bastan.

Falta que tenga liderazgo social.

De las encuestas que la ubican 10 puntos debajo de Claudia Sheinbaum, y sobre todo las que la refunden en el sótano, Xóchitl expresa que son pagadas con “un chingo de dinero”.

Xóchitl tenía mejor imagen cuando el PRIANRD se hallaba distante. Nadie puede ganar adeptos con semejantes lacras a su alrededor, con su historia de corrupción, con el saqueo al erario, con sus enredos con el narco, con tantos y tantos crímenes que siguen en la impunidad.

Y menos cuando la señora Gálvez comete la soberana burrada de sugerir una reconciliación entre la sociedad y el PRIANRD. Es tanto como creer que puede haber amor entre la gente de bien y el drenaje que representa Morena.

Xóchitl la tenía fácil. Claudia Sheinbaum es una candidata infame. Carga con medio centenar de muertos, los del Colegio Rébsamen, los de la Línea 12 y la Línea 9 del Metro de la Ciudad de México, y los pactos con el crimen organizado, y la policía ladrona de Omar García Harfuch, y el uso de los habitantes de la capital del país como experimento en la pandemia por Covid 19, aplicando Ivermectina, a sabiendas que la Organización Mundial de la Salud la contraindicó. Ni así la pudo alcanzar.

Sheinbaum es un fiasco al hablar y al actuar. Es una marioneta. Es la candidata de cartón. Es la muñeca que repite el proyecto del patrón, la pieza útil para consumar el maximato. Andrés Manuel es el Mago Frank y Claudia, el Conejo Blas.

Venía Claudia Sheinbaum de una triple humillación: el Estadio Azul vacío, obligando a cancelar la concentración morenista; la Arena México retándola cuando pedía unidad, y el veto a Omar García Harfuch pese a haber ganado la encuesta para ser candidato a jefe de Gobierno de la Ciudad de México sin importarle su implicación con el caso Ayotzinapa.

Xóchitl Gálvez desperdició tres meses. Fue investida como coordinadora del Frente Amplio por México el 3 de septiembre y no capitalizó su proyección pública. En tres meses no le arrebató ni un punto a Claudia Sheinbaum.

Al paso que va, si no le quitan de encima a Samuel García, el fallido y locuaz candidato de Movimiento Ciudadano, y a su esposa, Mariana Rodríguez, que irrumpió con todo, avasallando en redes sociales, que no representan votos pero sí hacen ruido, Xóchitl Gálvez sería cadáver político.

Poco a poco ha caído de la gracia. Su discurso es estéril, vacío, el disco rayado que las gelatinas, el sonsonete de la educación con inteligencia artificial, no le da para reducir la ventaja de la insípida Claudia Sheinbaum.

En el arranque de la precampaña, Xóchitl Gálvez se ve acartonada, sin manejo de imagen, sin capacidad para gesticular, sin la mínima habilidad para leer su guión en el prompter, lo que es literalmente de primaria, e incorporando a sus hijos al equipo de trabajo, o sea, el nepotismo que tanto le criticó a López Obrador.

Si no relanza la campaña, esto se acabó.

Este artículo se publicó originalmente en mussiocardenas.com se reproduce con la autorización del autor.

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