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Fuera de la Caja

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Macario Schettino | @macariomx

Pensaba que ganaría por poco, y cuando arrasó, no se dio cuenta. Agradeció al INE y pronunció un discurso conciliador, como había pensado hacer. Después, viendo la magnitud de su triunfo y el amplio control del Congreso, decidió promover la revocación de mandato para coincidir con la elección intermedia. Así, podría ampliar esa ventaja y con ello modificar ese estorbo constitucional, la no reelección.

Cuando la oposición aceptó incorporar la revocación, a condición de que no ocurriese junto con la intermedia, no se dio cuenta de que con ello desaparecía su amplia ventaja. Percibe su error cuando su mayoría calificada se evapora, e incluso la mayoría simple, que ahora depende de lo que decida el Partido Verde. Necesita elegir a un sucesor, y opta de inmediato por Claudia, por lo que se dedica de tiempo completo a destruir a sus adversarios internos: Marcelo y Monreal, pero pronto también debe incluir entre ellos a su paisano Adán Augusto, a quien había acercado para tener alguna forma de administrar conflictos en lo que destruía candidatos.

Concentrado en el canibalismo, no percibe el crecimiento de la oposición, que desde 2021 tiene la misma fuerza que su coalición. Convencido de que tendrán como candidato a algún güerito, miembro del PAN o PRI, no ve dificultad en la elección, y decide adelantarla, para ya ir cerrando el cerco sobre Claudia. Menosprecia los reclamos, entre ellos el que le hace Xóchitl Gálvez, a quien no tiene empacho en cerrarle la puerta de Palacio. En pocas semanas, Xóchitl se convierte en la líder de la oposición que, insisto, tiene la misma fuerza que López Obrador.

Procede entonces a desprestigiarla públicamente: la acusa de no haber sido pobre, ni indígena. De no ser empresaria, de haber cometido actos de corrupción, de plagiar para su tesis. Ni siquiera se da cuenta de que abundan ejemplos de eso a su alrededor, pero no en Xóchitl. Cuando esto no da resultado, se decide a borrarla: encuestas con márgenes amplísimos, colegas descubriendo dificultades en la oposición, voces que hablan de cambio de liderazgo. Tampoco sirve.

La elección intermedia también destruyó la aspiración del lacayo Zaldívar a mantenerse como presidente de la Corte. Propuso entonces a Yasmín Esquivel, quien sí tiene una acusación sólida de plagio, y por lo mismo no pudo tomar control del Poder Judicial. Tiene ahora que destruirlo, y lo intenta a través del presupuesto. Otra vez, no es capaz de medir la respuesta, y consigue la tercera manifestación pública en defensa de la democracia y la justicia.

Estos ejemplos deberían ser suficientes para convencer a cualquiera de la incapacidad estratégica de López Obrador. Su éxito se ha basado en el enfrentamiento constante y en la reacción rápida, pero no en tener una visión de largo plazo. Vamos, ni de mediano. El uso de la conferencia matutina le ayuda a convencer a muchos de que sabe qué hace, porque pocos dan un seguimiento puntual a las mentiras y cambios de opinión continuos. Su actitud frente a la tragedia de Acapulco lo pinta de cuerpo completo.

No tuvo visión estratégica al cancelar la construcción del aeropuerto, no la tuvo frente a Donald Trump o a Joe Biden, al enfrentar la pandemia, en la elección intermedia, en la decisión de su sucesión, o en sus pleitos con el INE y ahora con el Poder Judicial. No la tuvo al proponer sus obras faraónicas, ninguna de las cuales recuperará su inversión.

Va respondiendo cada día a lo que ese día trae, y lanza ocurrencias que después puede olvidar o continuar, dependiendo del contexto. Por eso, todos los que imaginan que tiene ya un plan para la elección de 2024 viven en el error. No quiere perder, sin duda, pero fuera de eso, no sabe qué hacer. Como siempre, golpeará y amenazará, repartirá dinero, pero idea no tiene. No es lo suyo.

Este artículo se publicó originalmente en El Financiero, se reproduce con la autorización del autor.

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