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Rocío Nahle y la pandilla, en duelo a muerte

Mussio Cárdenas Arellano | @mussiocardenas

A golpe de bayoneta, la élite morenista se destaza y se degüella. Unos contra Rocío Nahle, otros contra Eric Cisneros, el insípido Gutierritos con su prensa, el vesánico Manuel Huerta, que si no arroja lumbre lo dejan fuera del show.

Es fuego adversario y “fuego amigo”, dice la ex secretaria de Energía, irritadísima cuando le tocan el tema de su oriundez zacatecana y su impedimento para ser gobernadora de Veracruz.

Es un “mito” que haya una favorita, vocifera el ex secretario de Gobierno de Veracruz, Eric Cisneros Burgos, al que le reviven viejos videos en que lanza “putasmadres” cuando alteraron mantas en que se veía junto al mesías de Macuspana y a su otrora amiga, Rocío Nahle.

Sergio Gutiérrez Luna, diputado federal, el más desarraigado de todos, parlotea presumiendo que esta farsa interna en Morena es pleito de dos: Nahle y él. Los demás no pintan. Los otros son comparsa. Los otros son aserrín de cantina, nomás para que no se resbalen los borrachos con sus escupitajos en el suelo.

Manuel Huerta, ex delegado de Bienestar, tardó cinco años en enterarse que la 4T es patraña pura, y se convierte, hoy, en el dedo flamígero que acusa que en Veracruz, donde nunca dijo nada, se torció todo, y la banda del gobernador Cuitláhuac García se alejó del pueblo, perdió los ideales —¿cuándo los tuvo?— y hasta el priismo —los rojos, les dice— llega a Morena y se sirve la mayor rebanada del pastel.

Huerta tiene dotes de engañabobos. O eso cree. Sabe que sin los priistas operando desde 2015, Morena no habría ganado ni una diputación federal como la de Rocío Nahle en Coatzacoalcos, ni en 2017 alguna presidencia municipal. Marcelo Montiel y su grupo los llenaron de votos a cambio de mantenerse en el poder.

Zenyazen Escobar, secretario nudista de Educación estatal, no es rijoso; es pusilánime, un cero a la izquierda, compañero de farra del desgobernador Cuitláhuac García —uno se encueraba y el otro salseaba—, el fantasma de la comedia que no cesa de repetir una frase que ya aburre: si no me favorece el género, apoyaré a Rocío Nahle. Pues que se cambie de sexo y asunto arreglado. Cuando se pierden las nachas ni cómo remediar.

Los cuchillos traen filo. Las bayonetas atraviesan metales. Y hay dinamita en la prensa. Y hay objetivos claros, fuego amigo y lenguas flojas que cinco años después han descubierto que en la granja nadie tiene una sola virtud.

Así, entre odios y reclamos, dirime Morena la candidatura al gobierno de Veracruz.

A Nahle, jefa máxima de la pandilla voraz, la acuchillan con sólo oprimir un botón llamado Zacatecas. De todos, es la única que no nació en Veracruz. De todos, es la única que no cumple con los requisitos para ser gobernadora. De todos, es la única que no pudo, vía la Ley Nahle, perpetrar un fraude a la ley.

Y en las redes sociales, la destrozan. Y son los enemigos pero también los morenistas. Y Nahle, que tiene un carácter de los mil demonios y una soberbia galáctica, no termina de aprenderse la máxima política de comer sapos sin hacer gestos, o heces sin dejar de sonreír.

Nahle es mecha corta. Una chispa y se enciende. No capotea al toro que embiste ni es hábil para evadir anzuelos. Le dicen zacatecana y se autollama veracruzana. Y se engancha a la menor provocación.

Si Guadalupe Victoria nació en Durango —cuenta la norteña—, fue el primer presidente de México y gobernador de Veracruz —en realidad lo fue de Puebla—, ¿por qué Rocío Nahle, que vio la luz en Río Grande, Zacatecas, y se casó con Pepe Peña, no pudiera gobernar Veracruz? En lógica, Rocío Nahle está reprobada.

Y en circo, maroma y teatro, también. Verla disfrazada de jarocha en el palacio del porro de la nación, el día del Grito de Independencia, no tiene precio. Le faltó zapatear, tocar el arpa, mover el abanico y entonar el Tilingo Lingo. Y ni así se sacude el estigma de ser de Zacatecas.

Son los fuegos amigos, atizados por sus ex amigos —Eric Cisneros, Cuitláhuac García, Manuel Huerta— y un adversario —Sergio Gutiérrez Luna— sembrándole minas de alto poder, diseminando entre el morenismo que si no acredita el requisito de ser veracruzana lo suyo es un asalto al poder.

O recordando que la secretaria de Energía es mentirosa de cabo a rabo, despierta y dormida.  Ofreció renunciar hasta diciembre cuando la refinería de Dos Bocas procesara los 340 mil barriles de petróleo. Pues Nahle se fue en octubre y de la gasolina no hay señales aún.

Bola 8, alias Eric Cisneros Burgos, es el hampón que Morena siempre quiso tener. Protegido de Rocío Nahle, poder tras el trono, amo del gobernador Cuitláhuac García, su objetivo fue imponer un estado de terror en Veracruz y lo logró.

Reía y hacía reír a Rocío Nahle. Disfrutaba de su bendición. Tenía la venia de la zacatecana cuando se hizo del control de la Secretaría de Seguridad y la Fiscalía de Veracruz. Y desde ahí orquestó redadas políticas, llevando a la cárcel a candidatos de la oposición —Nicolás Ruiz, Gregorio Gómez, Pasiano Rueda— o a figuras relevantes —Rogelio Franco, Tito Delfín, José Manuel del Río Virgen, Azucena Rodríguez— o a ciudadanos de a pie que luego aparecieron muertos en las cárceles, o a la ex alcaldesa de Jalapa, Florisel Ríos Delfín, a quien dejó sin policía municipal hasta que fue levantada por el crimen organizado, torturada y asesinada. Y Nahle todo le aplaudió.

Respondón, Bola 8 terminó engallado contra Rocío Nahle. La complicidad perfecta llegó a su fin. Nunca le dijo que pretendía ser gobernador. Nunca dio señales de que la iba a destrozar.

Una parte de los misiles contra la zacatecana los lanza Eric Cisneros. Su prensa atiza el fuego potenciando que Veracruz es para los veracruzanos. Sus estructuras —alcaldes, diputados y una fracción de la burocracia estatal— dispersan el odio contra Nahle.

Gutierritos Luna, diputado federal plurinominal, oriundo de Minatitlán, donde sólo su familia lo conoce, es optimismo puro. Dice que la contienda es entre Rocío Nahle y él. Y mientras suelta entre su clientela periodística que va a judicializar la eventual candidatura de la zacatecana.

El diputado alien —llevó a Jaime Mausán al Congreso federal intentando aterrizar que los extraterrestres ya hicieron contacto— orquestó una campaña de descrédito contra Rocío Nahle, destacando sus yerros, el fracaso de Dos Bocas, el costo del proyecto, el retraso en la construcción, los negocios de los compadres, la opacidad financiera y, por supuesto, que no nació en Veracruz.

Si Manuel Huerta no hubiera encendido la pradera, no sería finalista en el certamen de las corcholatas por el gobierno de Veracruz.

Huerta tardó cinco años en abrir los ojos y la boca. En su estado de confort, desde la delegación de Bienestar en Veracruz, la pandilla de Nahle tenía pasaporte de impunidad. Y Manuel Huerta callaba.

Hoy, cinco años después, reclama que la Cuarta Transformación no llegó a Veracruz. Cuitláhuac García, Eric Cisneros, Rocío Nahle la traicionaron. Acusa que se embelesaron con el poder e intentan perpetuarse.

Cinco años después, Manuel Huerta advierte que el Clan Nahle emplea las tácticas del pasado para retener el poder, perdió el rumbo, los ideales, el contacto con el pueblo.

Cinco años después, Huerta alerta: los rojos, o sea los priistas, brincaron a Morena y pretenden allegarse candidaturas y espacios de poder. La alusión es a Javier Herrera Borunda, secretario de Organización del comité nacional del Partido Verde, de extracción priista, que le disputa la candidatura a senador.

El priismo recorre las venas de Morena y Manuel Huerta lo sabe. En 2015, el marcelismo en Coatzacoalcos operó la campaña para llevar a San Lázaro a Rocío Nahle. Huerta viajó en diversas ocasiones para supervisar la maquinaria, que caminara, que avanzara, que el cochupo se armara bien, que no se cayera la diputación federal de la zacatecana.

Los odios dominan la farsa morenista. Hablan los ataques, la insidia, la intriga. Nahle contra Cisneros, Cisneros contra Nahle, Gutierritos contra Nahle y Cisneros, Huerta contra Nahle y Cisneros. Cuitláhuac y Zenyazen intrigando contra Nahle, Cisneros, Gutierritos y Huerta.

Ya sólo falta que corra sangre.

Archivo muerto

Mora Traidora fue a parar al basurero de la historia. Defenestrada, repudiada, al final claudicó. Esmeralda Mora terminó traicionando al Peje López Obrador, a su comadre política, Rocío Nahle, y a los ilusos nanchitenses que la llevaron al poder. Sintió la furia de un pueblo. Sintió el desaire y la burla. Vio en las calles a hombres y mujeres, niños y jóvenes, adultos mayores y los que tocan el sexto piso de vida. Los vio bloquear los accesos al tiradero de basura y al Rancho 34, propiedad de la familia Ávalos Chao, epicentro del negociazo que entrañaba el relleno sanitario regional. Envalentonada, la alcaldesa de Nanchital, sin una pizca de talento, menos de sensibilidad, tuvo la fatal ocurrencia de denunciar a sus críticos, a los que encabezaron la protesta, los que repudiaron que Nanchital se convirtiera en el receptáculo de 900 toneladas de basura al día, provenientes de Coatzacoalcos, Minatitlán y Cosoleacaque. Y acusó a la regidora Virginia Bartolo Lagunes, la única que se puso del lado del pueblo, la que increpó a Mora Traidora, la que exigió que diera la cara, la que soportó las consabidas idioteces del desgobernador Cuitláhuac García Jiménez, el de los lapsus brutus intentado responsabilizarla de haber movido a todo Nanchital. Al final, Mora Traidora perdió. Quiso maniobrar en la sesión de cabildo, el viernes 13. Intentó, vía el secretario del ayuntamiento, Antonio García, alias el Rasputín de Nanchital, introducir un punto de acuerdo para convocar a una consulta pública. Virginia Bartolo, el síndico Félix Olarte y los representantes de la sociedad, le expresaron que ya el pueblo había hablado. La consulta pública había arrojado un rotundo “NO”. Y llegó la votación: cinco votos en contra, ninguno a favor. Hasta los regidores serviles, Rosa Alemán y Elvis Ventura, negaron el permiso para construir el relleno sanitario regional. Y Esmeralda Mora, la alcaldesa, se desplomó. Cinco votos en contra, incluido el de Mora Traidora, sepultaron el negocio obradorista. Si gusta el gobierno, que se realice un relleno sanitario municipal, exclusivo para Nanchital, apegándose a la norma ambiental, sin una tonelada de basura que provenga de otros municipios, como debió ser. Mora Traidora terminó traicionando al Peje Andrés Manuel López Obrador, a Rocío Nahle, a Cuitláhuac García, el pelafustán que se llenaba la trompa diciendo que sólo 200 nanchitenses salían a las calles. El daño político es irreversible. El daño político lo sufre Morena. Y Rocío Nahle. Ya sabe el pueblo de Nanchital en qué sentido votar en 2024. Porque ya percibieron esa capacidad tan suya, de Nahle, de Mora, de MALO (Manuel Andrés López Obrador), de Morena, para traicionar… Amado, en 2022, tuvo un cochinero de antología en la asignación de obras públicas. Su amigo y compadre, Arturo Delgadillo Medina, ex director general de Obras, y quien operaba las trastadas, Onésimo Mendoza Flores, es director, entregaron 12 contratos por asignación directa. De ellos, tres obras debieron someterse al procedimiento de invitación a por lo menos tres constructores, la llamada invitación restringida. Sabiendo que en Morena, la ley no es la ley, hicieron de las suyas. Cuando el Órgano de Fiscalización Superior les observó la maniobra, el Clan Amado-Delgadillo presentó la supuesta invitación a tres postores. Pero con trampa. En los tres casos el procedimiento fue declarado “desierto”, o sea sin ganador, y procedieron “a adjudicar directamente las obras”, según se lee en los resultados de la Cuenta Pública 2022 del ayuntamiento de Coatzacoalcos. Las 55 obras asignadas por don Amado y sus cortesanos Delgadillo y Onésimo alcanzaron un monto de 142 millones 623 mil 578.20 pesos. Algo así como 14 millones de pesos en diezmo y a eso habría que agregar las obras que Onésimo Mendoza exigía a los contratistas que le fueran subcontratadas para realizarlas con compañías afines, de acuerdo con el testimonio presentado por Agustín González Córdova, propietario de la constructora Golca, y su representante jurídico, Ignacio Camacho May, en la denuncia por corrupción interpuesta por la Sociedad Mexicana de Industriales y Transformadores de la Construcción, encabezada por el ex líder de Coparmex en Coatzacoalcos, Gabriel Rivera Cerdán. El cochinero de Amado con tufo a cochinito de campaña… Arcadio Mejía es oficialmente aspirante independiente a diputado federal por Coatzacoalcos. Cumplidos los requisitos, el Instituto Nacional Electoral, vía su junta distrital, otorgó el registro. Arcadio Mejía, cuya lucha social se mueve en el frente ambientalista, el deporte, el rescate de espacios para la juventud y, sobre todo, en el señalamiento de las corruptelas de quienes detentan el poder, lleva como suplente a Agustín Bolaños Castillejos, especialista en temas electorales y de constante denuncia al alcalde de Coatzacoalcos, Amado Cruz Malpica, acreditándole nepotismo en grado de cinismo superlativo. Arcadio Mejía y su agrupación Allende 213 enfrentan ahora un reto crucial: reunir firmas de cuando menos el 2 por ciento de los ciudadanos inscritos en la lista nominal del distrito de Coatzacoalcos, distribuido en al menos la mitad de las secciones electorales con un porcentaje del 1 por ciento en cada una de ellas. Dispone de 30 días lograr el objetivo, de acuerdo con la legislación electoral. Mientras, Arcadio y Bolaños le están asestando una paliza en redes sociales a Rocío Nahle García, virtual candidata de Morena al gobierno de Veracruz por su campaña adelantada y la conducta delincuencial de andar tapizando bardas con el lema de “Rocío Nahle va” valiéndoles que los dueños de las viviendas estén de acuerdo o no en que les ilustren con semejantes adefesios sus fachadas…

Este artículo se publicó originalmente en mussiocardenas.com se reproduce con la autorización del autor.

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