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Política de principios

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Dilemas suicidas

Juan José Rodríguez Prats | @rodriguezprats

El número dos es un número muy peligroso: por eso la dialéctica es un proceso peligroso. Todo intento por dividir algo entre dos debe mirarse con recelo.

C. P. Snow

Son falsos dilemas que se podrían diluir con un diálogo sano y de buena fe. Esto es, manejando argumentos y dándole preeminencia al interés nacional. Más que tolerancia, se requiere una real confraternidad y respeto por la verdad, tanto en el afán de conocerla como en asumir las consecuencias. Han dañado los procesos de consolidación democrática y propician el deterioro de las instituciones. Alguien maneja una idea que repercute en los medios, se da por cierta, polariza a la opinión pública y derrumba la convivencia armónica.

Expongo tres casos.

1. Partidos o ciudadanía. Cuando se da un cierto “vaciamiento democrático”, el proceso siempre es antecedido por un deterioro de las organizaciones encargadas de articular la participación cívica. Al militante de los partidos se le califica como alguien manipulado y sin criterio, a grado tal que se le degrada al no considerarlo ni siquiera como ciudadano. Se da una mezcla de pasiones e intereses individuales. Con petulancia se dice: “Yo no soy miembro de ningún partido, soy ciudadano”. Esta postura demagógica la aprovechan los líderes populistas que se presentan como ajenos a la política y por lo tanto dignos de confianza y credibilidad. Aconteció en España con el “Movimiento de los indignados”; en Argentina, con el grito persistente de “Váyanse todos”, hartos de la corrupción y la demagogia; en Perú, con el liderazgo de Fujimori; en Venezuela, con Hugo Chávez desplazando a los partidos tradicionales que nacieron con el famoso acuerdo del “punto fijo”; en Chile, con estallidos sociales que aún hoy no se explican y que provocaron un debilitamiento del Estado de derecho; en Ecuador, con el populismo de Rafael Correa, o en Bolivia, con la bandera de la defensa de los pueblos autóctonos encabezada por Evo Morales.

México está padeciendo un malestar semejante. La ausencia de un discurso coherente y convincente de la clase política ha ocasionado que la gente se aferre a las promesas de un merolico que ha resultado un gran fracaso en el gobierno. Urge reconciliar a la ciudadanía con los partidos, solamente 6% milita en ellos. Su mala imagen, desde luego, es responsabilidad de sus dirigentes. Pero aun cuando se habla del “pospartidismo”, no se ha creado algo viable que los reemplace. Tiene que darse una doble vertiente: la apertura de las organizaciones venciendo el interés de grupos oligárquicos y la ciudadana de la necesidad y el deber hacer política.

2. Democracia representativa o directa. Soy un convencido de que el órgano más eficaz para mejorar nuestra vida institucional es la asamblea parlamentaria. Desde el origen de la asociación de los seres humanos para alcanzar condiciones mínimas de desarrollo personal, la única forma que el hombre ha tenido para entenderse y concertar acciones colectivas es la deliberación y el acuerdo. Desde el ágora griega hasta el parlamento inglés; desde la asamblea francesa de 1789 hasta la creación de la comunidad europea, se pueden confirmar las grandes aportaciones cuando se sabe discutir. Ahí está la clave. Antes de pensar en consultas, plebiscitos, revocaciones de mandato, iniciativas populares (formas de democracia directa idealizadas por populistas para manipular a las masas), debemos fortalecer lo que ha funcionado; esto es, la división de Poderes que evite el abuso en su ejercicio.

3. Democracia o Estado de derecho. Demagógicamente se ha sostenido que el pueblo siempre manda y no debe someterse a ningún orden ni autoridad. Esto ha conducido a la anarquía y al derrumbe de la gobernabilidad. El voto y la ley son una y la misma cosa. Si no se respetan, perecen la seguridad y la justicia que son los sustentos del Estado.

México vive atrapado por esos dilemas. Vamos al suicidio institucional si no los superamos. Me parece que el asunto merece nuestro involucramiento.

Este artículo se publicó originalmente en Excélsior, se reproduce con la autorización del autor.

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