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Política de principios

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2024

Juan José Rodríguez Prats | @RodriguezPrats

Existir es estar sosteniéndose dentro de un océano de incertidumbre y riesgo con la posibilidad de naufragar o de salvarse.

Agustín Basave Fernández del Valle

La sociedad mexicana vive en el hartazgo de la politiquería, atrapada en un círculo vicioso: la ciudadanía no participa en los partidos porque están como están, y éstos están como están porque la ciudadanía no se involucra en ellos.

La crisis de la democracia es la crisis de los partidos políticos. Ahora resulta que ser militante de un partido es un estigma. La opinión pública nos agrede y nuestros dirigentes nos humillan asumiendo decisiones sin los mínimos requisitos de consultas y análisis.

La elección de 2024 es una buena oportunidad para intentar sembrar conciencia cívica. Sabemos que la contienda será entre dos bloques. A mi juicio (Perogrullo dixit), ganará quien salga más cohesionado y sin fisuras internas.

Morena utilizará el dedazo presidencial que, por cierto, ha resultado muy errático y cada vez más endeble para elegir candidatos. La oposición, a su vez, está obligada a hacer un trabajo de alta calidad que exige, más que ideas, virtudes que suelen escasear en nuestra vida pública y privada. Ahí está el meollo del asunto.

En las cúpulas del Frente Amplio por México recae una enorme responsabilidad. Tienen que preservar una relación tersa entre las y los candidatos y las y los encargados de la elección con la consecuente sociabilización con las militancias partidistas.

Sabemos que ya se han hecho compromisos que corresponden a intereses personales y no al perfil requerido por el cargo ni a méritos en el desempeño de tareas específicas. La paridad de género se ha distorsionado. Se asignan cuotas obedeciendo a complicidades y a pago de favores. Las listas plurinominales, creadas para elevar el nivel de nuestras asambleas parlamentarias, se usan para beneficiar a cofradías, un mal arraigado desde los inicios de las democracias.

Es obvio que los partidos deben abrirse a la ciudadanía. Suena hasta chocante reiterarlo, para eso están, pero sin atropellar ordenamientos internos y los derechos adquiridos de quienes están en sus filas.

Hay que tomar en cuenta las experiencias de los dos últimos procesos electorales (2018 y 2021) y no repetir equivocaciones. Ya se ha dicho: hay momentos que definen. El 2024 va a dejar una impronta por varias generaciones.

Permítaseme un ejercicio romántico, un sueño senil.

Creo firmemente que la política exige una buena dosis de estoicismo; esto es, resiliencia para enfrentar adversidades. De joven me entusiasmaba una bella poesía de Francisco Luis Bernárdez. Le pido, amable lector, que haga un ejercicio de imaginación y en lugar de decir Estar enamorado, amigos, que ése es el título, ponga “Hacer política, amigos”:

Es contemplar desde la cumbre de la persona la razón de las heridas

es recobrar la llave oculta que abre la cárcel en que el alma está cautiva

es percibir en el desierto la cristalina voz de un río que nos llama

es no saber si son ajenas o son propias las lejanas amarguras

es liberarse de uno mismo y estar unido a las otras criaturas.

Encuentro una conexión con el pensamiento de dos preclaros pensadores panistas: Manuel Gómez Morin, “Que nunca falten motivos espirituales a nuestra lucha política” y Carlos Castillo Peraza, “El ideal de la política es la sociedad de la amistad, porque amigos son quienes buscan libremente y juntos la verdad, el bien y hasta la belleza”.

Por más que se ha escrito sobre las virtudes, una cosa está clara: es muy difícil enseñarlas o transmitirlas. Como acertadamente las definía Aristóteles, “son ciertas actividades del alma acorde con la razón”. Por eso es frecuente escuchar que una persona sin virtudes es desalmada.

Concluyo como inicié, con palabras de Basave Fernández del Valle: “Estoy convencido de que los hitos de la historia los construyen y los logran los grandes enamorados. De los mediocres no queda registro alguno en la historia”.

Los tiempos que corren exigen altura de miras, ojalá se entienda.

Este artículo se publicó originalmente en Excélsior, se reproduce con la autorización del autor.

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