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La ola rosa

Macario Schettino | @macariomx

Alrededor de las elecciones en el Estado de México, hace un mes, esta columna le proponía algunas ideas acerca de lo que podría ocurrir. Antes de ese proceso, afirmamos que si ganaba Morena esa elección, le sería muy difícil al PRI seguir siendo relevante. Después de la elección, propusimos tres escenarios rumbo a 2024.

Respecto al primer punto, el PRI sigue formando parte de la coalición opositora, ahora convertida en Frente Amplio, pero a su interior hay ya mucha tensión. Alito y Moreira controlan el Consejo Político, y con ello garantizan su permanencia, pero no la militancia. Hoy mismo algunos priistas relevantes dejarán ese partido, como ya lo han hecho otros de presencia más local. No hay un derrumbe porque no hay muchas opciones para quienes quieran dejar ese partido. A Morena ya llegarían muy tarde, y no hay lugares disponibles. A Movimiento Ciudadano más vale no moverse, hasta entender qué ocurrirá con ese partido. Tendrán que jugar unos meses como independientes.

Con respecto a los escenarios, los tres que propusimos fueron: 1) Morena logra tener un proceso interno suave, no hay rompimientos relevantes, y la oposición no logra salir del marasmo. En este escenario, el triunfo de Morena sería claro. 2) El proceso de Morena no es tan suave, pero no alcanza a destruirse; la oposición, en cambio, es rebasada por la ciudadanía, y se logra una candidatura atractiva. En este segundo escenario, hay competencia de dos, y el triunfo de la oposición es lo más probable. 3) Morena se rompe, sale uno de los candidatos, es arropado por Movimiento Ciudadano, y se convierte en una tercera opción. En esta elección de tercios, puede ganar cualquiera.

En la semana siguiente a la elección del Estado de México, creo que muchos daban por seguro el primer escenario. Son los de la teoría del arroz (que ya se coció, decían). En la semana pasada, ese escenario reduce mucho su probabilidad de ocurrencia, mientras que el segundo se vuelve el más relevante.

La irrupción de Xóchitl Gálvez es el tercer momento de la ola rosa. Cuando un grupo de organizaciones civiles promovió una manifestación para defender al INE, en noviembre pasado, nadie imaginó lo que ocurriría. Cientos de miles de ciudadanos, en decenas de ciudades, inundaron las calles, rebasaron a los organizadores, sorprendieron al mundo entero. Literalmente.

Con ese antecedente, se llamó en febrero al Zócalo de la Ciudad de México, siempre con la preocupación de que la convocatoria fuese insuficiente. Ahí, y en un centenar de ciudades, más de un millón de ciudadanos refrendaron la voluntad democrática.

La decisión de Xóchitl Gálvez de buscar la Presidencia, y ya no la Ciudad de México, ha provocado un fenómeno similar. Aunque varios de quienes compiten por la candidatura de oposición serían excelentes opciones en tiempos normales, no veo a nadie que, en las circunstancias actuales, sea preferible. Pero no es mi opinión lo relevante, sino la de miles de personas que, desde todo tipo de contextos, han reaccionado de inmediato en apoyo de ella.

No faltan los negativos de siempre (a quienes me referí el viernes), ni los vendedores de ilusiones (de quienes platicamos el miércoles). Tampoco han perdido tiempo los promotores de odio del equipo presidencial, y él mismo se ha desgañitado este sábado tratando de impedir lo que, me parece, es ya evidente: perderán 2024.

Abundan los riesgos, las amenazas, los obstáculos; también las traiciones, los ataques, los insultos. El frente tendrá que avanzar con un PRI deteriorado, un PAN anquilosado y un PRD casi desaparecido. Deberá evitar el desorden interno, las fallas legales, la dispersión. Enfrentarán todo el poder del Estado, concentrado en una persona que ya no tiene control de sí mismo.

Lo único que tienen es la fuerza de la ola rosa.

Este artículo se publicó originalmente en El Financiero, se reproduce con la autorización del autor.

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