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Fuera de la Caja

Administrando el deterioro

Macario Schettino | @macariomx

Malas noticias de la economía. La actividad económica en el mes de julio sufre una caída notable. Ya INEGI había estimado, en el dato oportuno, una contracción, pero ésta resultó del doble de lo esperado. En parte, la agricultura tuvo una caída mayor, pero aun quitando el sector primario el dato es muy negativo. Es la mayor caída desde la pandemia, y es sólo comparable a épocas de recesión: la del “error de diciembre” en 1995, la recesión “dot com” de 2001, la Gran Recesión de 2009, o la “López-Covid”, iniciada en 2019 y profundizada por el confinamiento.

A diferencia de aquellas épocas, ahora los servicios todavía no entran en terreno negativo, y eso ha ayudado a que ahora no se haya declarado abiertamente la recesión. El comercio al menudeo sigue creciendo, aunque al mayoreo se hunde; las comunicaciones se recuperan mientras los transportes pierden fuerza; los servicios inmobiliarios están un poco mejor que el año pasado, frente a los financieros que tienen tendencia negativa; la educación sigue estancada pero el gasto en salud crece (frente al desastre de los servicios públicos). El turismo, por cierto, ya cumple un año de contracción continua. En la suma, le digo, este sector de la economía, que representa dos terceras partes del total, se mantiene en terreno positivo. En lo que va de la actual administración, el crecimiento promedia 1.2%.

En cambio, la actividad económica total a duras penas supera el cero. Ya habrá adivinado que la industria es la que jala hacia abajo, y no es nada sorprendente. La minería se encuentra 10% debajo del nivel de 2018, mientras que la electricidad está 30% abajo, después de las genialidades de Bartlett. La construcción ha mejorado un poco, pero después del auge ficticio de 2022 y 2023, apenas logra rebasar el nivel que tenía en 2018.

En manufacturas, que es la mitad de la industria, tenemos comportamientos muy diversos, que en buena parte responden a mercados globales. Aunque la producción de autos ha mejorado, lo ha hecho por poco, y no alcanza a compensar el derrumbe en vehículos pesados. Habíamos tenido un gran momento en aparatos eléctricos y electrónicos, pero en julio ya se redujo la tendencia. En el conjunto, la industria se contrae -1.5% en lo que va del actual gobierno.

Con base en lo anterior, no faltará quien piense que la dinámica recesiva proviene del exterior, y por lo tanto no sería culpa del gobierno. Sin embargo, es importante recordar que de mediados de 2022 a mediados de 2024 se creó una burbuja para poder ganar la elección. Los excesos de gasto de esos años se convirtieron en la deuda que hoy le impide al gobierno invertir, e incluso cumplir obligaciones elementales como el acceso a la salud. Justamente por eso, le es más difícil a la industria salir del terreno negativo en que está, y poco a poco arrastra a servicios muy relacionados con ella, como el comercio al mayoreo y el transporte.

Por otro lado, la incertidumbre local no es menor. El desastre en que convirtieron al Poder Judicial sí está frenando inversiones. En consecuencia, la suma de los excesos del gobierno pasado y los errores del actual me parece que explican muy bien este proceso de deterioro en que se encuentra la economía. El tema es que revertir la tendencia implicaría reconocer excesos y errores, y eso no es frecuente en política, y menos con el grupo que hoy gobierna.

Por eso lo que hoy vemos es simple administración del deterioro, a la espera de que algún milagro le dé vuelta a la tendencia, o al menos de que no ocurra algún desastre que la profundice. A como se ve el panorama global, parece más probable el desastre que el milagro. Lo imposible es que entren en razón.

Este artículo se publicó originalmente en El Financiero, se reproduce con la autorización del autor.

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