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Fuera de la Caja

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Macario Schettino | @macariomx

Por décadas, vivimos casi sin información. Era una época en la que eso mismo ocurría en muchos países, de forma que no parecía nada excepcional. Sin embargo, conforme la tecnología permitía un mejor manejo de datos, nosotros no avanzábamos al mismo ritmo. Hace 50 años, por ejemplo, la información económica era escasa: un par de fechas para conocer las reservas internacionales del Banco de México, una sola para el crecimiento de la economía, apenas empezaba a medirse el movimiento de precios a nivel nacional. En otros temas, las cosas no eran mucho mejores: los medios simplemente repetían boletines de gobierno u opiniones de políticos.

Desde los años ochenta, las cosas empezaron a cambiar. Se creó una oficina especializada en estadística, que después se convertiría en INEGI; aparecieron medios dispuestos a investigar por su propia cuenta; la disputa al interior de las élites políticas abrió fuentes alternas de información. La apertura (GATT en 1986, OCDE y TLCAN en 1994) se acompañó de cada vez más y mejor información disponible, en todos los aspectos de la vida nacional.

De golpe, llega un mentiroso a la Presidencia. Una persona que, de acuerdo con la empresa SPIN, de Luis Estrada, es capaz de emitir alrededor de cien mentiras o inexactitudes al día. Dice que cancela la construcción del aeropuerto por corrupción, y por esa misma razón cierra fondos y fideicomisos, pero nunca demuestra sus dichos; dice que la pandemia no requiere mayores cuidados de la población, y mueren cientos de miles de mexicanos; dice que sus magnas obras promoverán el desarrollo, pero la única en operación pierde dinero, y las dos que faltan también lo harán. Más aún, las inaugura aunque no están terminadas.

Ayer alcanzó un nuevo hito: dijo que había ido a Acapulco, y que por ello conocía de primera mano la situación en el puerto después de Otis. No es así, pero él no tiene límite. Nunca lo ha detenido ni la ley, ni la ética. Su única referencia es el poder, y él mismo. Nada más importa. Afirma que la recuperación ya inicia, y medios abyectos (Televisa, Imagen) respaldan sus dichos con una (¡una!) imagen.

Creo que no se aquilata el daño que está causando este mentiroso. Su ejemplo ha ido permeando, y es cada vez más difícil conocer la información real. Nos pasó con los muertos en la pandemia, que sólo conocimos con algo de certeza con las muertes en exceso, reportadas por INEGI muchos meses después. Está ocurriendo con homicidios y desapariciones, y ahora “muertes con intención no determinada”. El mismo INEGI está sufriendo con los datos ficticios que le entregan dependencias de gobierno y que no tiene más remedio que incluir en sus cuentas. Defensa Nacional, Pemex y CFE inventan cifras, que dan como resultado un crecimiento económico inexistente. Afortunadamente, INEGI sigue siendo una institución confiable, y en otras de sus series puede uno encontrar cómo no caer en las mentiras mencionadas. Lo mismo el Banco de México, fuente de confianza.

Pero empiezo a preguntarme si podemos creer en las cifras de Hacienda. Tengo la duda de si la actuación de las dependencias mencionadas es espontánea, o resulta de la coordinación de quien tiene a su cargo las finanzas públicas, que, como usted sabe, ya están en zona roja, y es cuestión de meses para que sea obligado un ajuste. Lo que le importa a quien tiene el poder, y no quiere perderlo, es que esos meses sean más de diez, para que lo pague otra.

Desde Hanna Arendt y George Orwell sabemos que el totalitarismo tiene su origen en el momento en que todo está en duda, cuando nada es claro. Sin una referencia a la realidad, cualquier cuento es creíble, y más si los medios abyectos lo respaldan. Al final, no se trata de que crean en él, con que no crean en nada es suficiente.

Este artículo se publicó originalmente en El Financiero, se reproduce con la autorización del autor.

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