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Sin idea

Macario Schettino | @macariomx

Mañana se cumplirán dos semanas de que Otis destruyó Acapulco, y no tenemos una idea clara de qué ocurre en el puerto. Tener un gobierno mentiroso es algo sumamente preocupante. Todo indica que saqueos y rapiña han amainado, y que se ha recuperado parte del servicio de energía eléctrica. No el 90 por ciento del que ha hablado el Presidente, pero sin duda la CFE ha hecho, y seguirá haciendo un gran trabajo, como siempre lo han hecho sus trabajadores.

De lo demás, no tenemos información confiable. Los colegas periodistas que han ido continúan enviando reportes, que por obligación siempre son parciales: nadie puede cubrir toda la región al mismo tiempo, salvo el gobierno, que no aparece por ningún lado. Abundan reportes de muertos que no coinciden con los datos publicados por el gobierno del estado, por ejemplo. Hay cada vez más quejas por la situación sanitaria, porque los residuos, basura, y cadáveres, con el calor de la zona, llenan el aire de putrefacción.

La declaración de catástrofe que ha publicado el gobierno no habla del huracán, sino de lluvias y vientos catastróficos. Por otra parte, de los 47 municipios que originalmente cubría, sólo quedaron dos después de una “fe de erratas”. Ignoro si ambas cosas tengan que ver con un intento de evitar responsabilidad legal; es muy probable en un gobierno que tanto desprecia la ley y la ética.

Entre la falta de electricidad, comunicaciones, agua y comida, muchas personas parecen estar ya abandonando el puerto. Irán a Chilpancingo algunos, otros a municipios de Morelos, pero supongo que no pocos llegarán a la Ciudad de México. Se están yendo no sólo porque la situación es muy complicada en este momento, sino porque no se ve que vaya a cambiar notablemente en el corto plazo. El cínico llegó a decir que habría una feliz Navidad en Acapulco, lo que no es una mala broma, sino un insulto.

Sigo pensando que no se ha aquilatado el tamaño del problema. Son más de 300 hoteles destruidos, según dicen, que son prácticamente todos. La población dedicada a trabajar en esos establecimientos no tendrá ocupación por meses. Si la reconstrucción iniciase pronto, habría demanda para otro tipo de habilidades: construcción y no turismo. Pero para que eso ocurra, tiene que resolverse un problema de “acción colectiva”, como le llaman los expertos.

Los hoteles pueden funcionar si hay condiciones elementales de seguridad, energía, agua, abastecimiento. Los centros nocturnos, sólo si hay hoteles. El entretenimiento de playa, los centros comerciales, las tiendas de artesanías, también. Sin hoteles, Acapulco deja de existir. Pero para que esas inmensas construcciones se realicen, tiene que existir cierta seguridad de que pueden recuperar su inversión los hoteleros. Justamente eso fue lo que gobiernos anteriores garantizaron en circunstancias catastróficas similares: recuperar la infraestructura y mobiliario urbano, las playas, los servicios indispensables. Para eso iban los presidentes a la región, coordinaban a su equipo y designaban a un responsable de la recuperación.

Hoy, el Presidente no ha ido, ni hay un equipo ni responsable. Hay conferencias matutinas en las que se distrae todo el gabinete, hay conversaciones telefónicas inanes, hay una gobernadora sin idea alguna y una presidenta municipal totalmente ausente. No hay nada.

Un hotelero puede considerar invertir en Acapulco, pero también en Cancún, Playa del Carmen, Puerto Vallarta, Cabos, vaya, hasta en Puerto Escondido o Huatulco. ¿Por qué lo haría en Acapulco, dadas las condiciones actuales, el desastre de seguridad de los años previos y la incapacidad manifiesta de los tres niveles de gobierno?

Creo que, una vez más, en Palacio hay una falla terrible en términos estratégicos. La migración de medio millón de personas no será nada simple de manejar.

Este artículo se publicó originalmente en El Financiero, se reproduce con la autorización del autor.

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