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Fuera de la Caja

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2024

Macario Schettino | @macariomx

Entramos al fin de 2023. Dos meses, y empezará un año que amenaza con ser muy malo.

A nivel internacional, continúa el conflicto en Ucrania producto de la invasión rusa. A más de un año y medio de iniciado, parece encontrarse en una situación de estancamiento que, desafortunadamente, continúa dañando seriamente a la población de Ucrania. Tanto la ofensiva rusa de invierno, como la de Ucrania de verano no parecen haber modificado significativamente el tablero.

En Levante, la provocación de Hamás ha dado resultado. El ataque terrorista del 7 de octubre, y la captura de centenares de rehenes buscaba provocar a Israel, para con ello regresar a ese país a una situación vulnerable, en el mundo árabe, pero también en Occidente. El primer ministro israelí, cuya corrupción lo ha puesto en manos de los extremistas de su país, pero que motu proprio es un irresponsable, intenta ahora con acciones violentas borrar la incompetencia que permitió el ataque mencionado. Al hacerlo, facilita la deslegitimación de Israel, y con ello amplifica el antisemitismo europeo.

La posibilidad de que este proceso cobre miles de víctimas civiles en Palestina, y que además produzca tanto disturbios como ataques terroristas en Europa y Estados Unidos no es menor. En Asia Central y el Cáucaso esto parece ya estar ocurriendo. Detrás de todo esto, como usted sabe, está Irán. Creo que por eso no vemos mucha solidaridad árabe con Palestina, más allá de los discursos, pero también por eso de pronto aparecen en este vecindario países que gratuitamente se enfrentan a Israel, como Bolivia, y tal vez pronto un par más.

Los desórdenes públicos en Europa pueden crecer en el contexto de una recesión que allá sí ha iniciado. En Estados Unidos, que la ha evitado hasta ahora, el combustible que alimenta el conflicto es la creciente ideologización entre jóvenes universitarios que genéricamente se ha dado en llamar “ideología woke”. No sé qué tanto puedan crecer los movimientos, pero ahora mismo ya son sólo inferiores a los vistos en los años setenta.

La próxima semana estaremos exactamente a un año de la elección en Estados Unidos, precisamente, y el panorama no es muy atractivo. De un lado, el presidente Biden, que si bien ha tenido éxito con la economía, y ha tenido un papel muy destacado en la arena internacional, efectivamente sufre ya los efectos de su edad. Del otro, Donald Trump tendrá muchos casos legales en proceso, y no es lejana la posibilidad de que compita desde la cárcel. Como quiera que sea, los temas de la campaña serán la economía, el deterioro global, pero sobre todo la seguridad y la migración, ambos muy difíciles para México.

Nosotros llegamos a 2024 con dificultades en materia fiscal (que ya hemos comentado), y ahora con el terrible golpe de Otis a Acapulco. Desde la Presidencia se agudiza la polarización, porque sólo así cree posible López Obrador ganar en junio. Al agravar los conflictos internos, hace más vulnerable al país frente a los conflictos externos: los ataques propios de la campaña estadounidense, pero también los desequilibrios resultantes de los conflictos mencionados, y de los que muy probablemente se agregarán.

Gobernar no es controlar la discusión pública mediante mañaneras. Eso puede servir, por un tiempo, para esquivar las críticas, pero cada hilo que se pierde, cada instrumento que se inutiliza, abre el espacio al caos. Después de unos años, se encuentra uno con que no hay nadie en el gobierno que sepa qué hacer, que no hay recursos para hacerlo, que la población no tiene medicinas, que el territorio lo controlan otros (los malos), que las obras no se terminarán a tiempo, que las empresas se han convertido en pozos sin fondo.

Y todo eso, en un año que amenaza ser muy malo.

Este artículo se publicó originalmente en El Financiero, se reproduce con la autorización del autor.

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