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AMLO, Maquiavelo y la traición

Erwin Macario | @erwinmacario

Si algún libro tiene que “escribir” Andrés Manuel López Obrador si es que se retira a La Chingada, es “Mi lucha, como aplicar a Maquiavelo”. Es claro que el tabasqueño ha superado a los mejores seguidores del florentino.

Desde que perdió la oportunidad de ser presidente municipal de Macuspana, su tierra natal en Tabasco, ante la negativa de los que entonces gobernaban, se aferró al pensamiento maquiavélico de que el fundamento del poder del príncipe es el pueblo y no los nobles.

Sobre el pueblo —es literal— caminó rumbo al poder. Aplastó y traicionó a quienes le sirvieron, aplicando la tesis de que, si los hombres fueran todos buenos, no sería correcto aplastarlos, pero supuesto que no te guardarían a ti su palabra, tú tampoco tienes que guardarle la tuya.

La misma maldad de políticos a su servicio le ayudó a la venganza contra una entidad que lo humilló no una, sino dos veces, al negarle ser su gobernador. Arturo Núñez Jiménez y Adán Augusto López Hernández, dos falsos gobernantes de izquierda, dejaron hundido en el crimen y el latrocinio a Tabasco.

Desde la Presidencia de la República entendió que si bien, como dice El Príncipe, la traición, la crueldad y el asesinato pueden ser medios conducentes al poder, pero no conducen a la gloria —que no interesa a los dictadores—, esta condena de la traición y del crimen es sólo aparente. Agatocles, el principal ejemplo de la vía criminal, hace cosas que no sólo no son condenadas, sino que se convierten en modelos a seguir.

López Obrador fue negado por la virtud y por la fortuna en su llegada al poder. Así, con el autor también de “Los discursos sobre la primera década de Tito Livio”, ha hecho un gobierno de ocurrencias, sin precauciones del futuro: “vale más ser impetuoso que precavido porque la fortuna es mujer y es necesario, si se quiere tenerla sumisa, castigarla y golpearla”.

Al final de su tortuoso camino, Andrés Manuel López Obrador eleva la traición como su legado pero, quizás, sin renunciar a la crueldad y al asesinato: ya exhibió la mano alzada, servil, de una pareja de senadores —hombre y mujer, paridad en la traición—, que se han unido para acabar con la división de poderes pero le falta un traidor para tener mayoría absoluta en el Senado.

Sobre eso puede escribir y superar a Nicolás Maquiavelo, que en realidad denunció la perversidad política, alertó sobre la corrupción y los autoritarismos.

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