Columnistas

TRANSPARENCIA POLÍTICA

Visitas: 0

Calígula y Claudio

Erwin Macario | @erwinmacario

Los Césares romanos eran más crueles y sufrían más el poder. La mayoría eran asesinados. Julio César es el más mentado, pero Tiberio y otros cayeron víctimas de sus propias familias. Muerte real, no moral.

Reflexiono en ello estos días previos a la madre de las elecciones en Tabasco, no tanto porque pueda cambiar en mucho la tendencia y el trabajo electoral de los candidatos al gobierno sino porque mañana domingo puede Tabasco encontrar el camino de la paz y la reconciliación, después de seis sexenios de enfrentamientos en la clase política, desde 1988.

Los emperadores que Salustio mantiene en la conciencia universal con su Vida de los doce Césares, llenan mis imágenes más cercanas del poder, toda proporción guardada.

El falso imbécil Claudio, cojera y tartamudez que le preservaron la vida y le hicieron aparecer, burla cotidiana, cuando su sobrino el emperador Calígula le hizo cónsul y senador y lo preparó, creyéndolo inocuo, para sucesor.

Ese Calígula que estremeció a la clase política de entonces nombrando —soberbia dictatorial— a Incitatus, su caballo preferido, como cónsul, ante servidores que desde entonces aplaudían las locuras del poder.

Cayo Julio César Augusto Germánico, Calígula, nieto de Nerón, que incendio Roma con fuego de verdad, se convirtió emperador de Roma, por cierto, un 16 de marzo del año 37 y creyó librarse de la jettatura del poder con Claudio como sucesor futuro.

Claudio, cuyo nombre era Tiberio Claudio César Augusto Germánico, sobrevivió fingiendo deficiencias y porque su familia representaba muy poco en la vida política de entonces, escapando de las conjuras políticas que provocaron las caídas de Tiberio y el propio Calígula.

Cuando la misma guardia pretoriana —así sucede—, mató a Calígula, Claudio se escondió tras unas cortinas y al descubrirlo, los pretorianos lo proclamaron emperador no sólo por ser el único hombre adulto de su familia, sino por su aparente imbecilidad, no obstante que había sido brillante en los estudios, pese a que lo considerasen tonto y padeciera complejos de inferioridad por las burlas que sufrió desde su niñez y la estigmatización de su propia madre, Antonia.

La historia —lo hemos visto muchas veces— nos presenta un Claudio que no fue el títere que pensaron. Aunque Calígula no lo supo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *