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Debates

Macario Schettino | @macariomx

En México no tenemos cultura del debate. Apenas en algunas preparatorias con mucha influencia anglosajona existe un curso con ese fin. Tal vez por eso hay tantas ideas erróneas con respecto a ese ejercicio. Por ejemplo, en el caso de los debates presidenciales se cree que se gana o se pierde, o que debería concentrarse en propuestas. Ambas cosas son erróneas.

Los debates tienen un objetivo que en muchas ocasiones los trasciende. En debates académicos, se trata de eliminar las explicaciones sin bases empíricas, o con deficiencias lógicas, de manera que no se trata de ganar o perder, sino de destruir o afianzar ideas, no personas. Por el contrario, en los presidenciales el objetivo es ganar la elección, de manera que lo relevante es destruir el personaje del adversario (character assasination), y no perderse en propuestas detalladas que son imposibles de cubrir en turnos de uno o dos minutos. Pero como en buena parte de México le tememos al conflicto, los ataques nos parecen algo repugnante.

El debate presidencial consiste en establecer una imagen propia superior a la de los contrincantes. Alguna propuesta, atractiva y verosímil, sin duda ayuda. Golpes a los contrincantes ayudan más. Si se tienen varios debates pactados, el triunfo ocurrirá al final, no al principio. En este proceso electoral, por ejemplo, Máynez tuvo gran éxito en el primer debate: se dio a conocer. Su desempeño en el segundo ya no le aportó mucho más. Con los datos de MassiveCaller, el único tracking diario que conozco, pasó de 4 a 6% después del primer debate, pero después del segundo el incremento fue menor. No hay todavía mediciones suficientes después del tercero, pero creo que su arranque, atacando a Gálvez y asumiendo el papel de esquirol que ya suponíamos, no le redituará mucho.

Sheinbaum parece tener el mismo resultado en los tres debates, porque tuvo el mismo desempeño: miente, no responde ataques, no transmite confianza, y la subordinación a López se hizo muy evidente tras el regaño que sufrió después del primero. Perdió un punto en cada ocasión.

Xóchitl Gálvez tuvo un primer debate desafortunado, pero sus ataques dieron resultado. López los resintió, regañó a Claudia, y abrió un gran hueco para el segundo debate. En el tercero, Xóchitl continuó su estrategia, y dejó en la mente de quienes lo vieron dudas acerca de la honestidad de Morena, de la hipocresía de Claudia, de su subordinación. La destrucción del personaje, pues.

Por otra parte, en la mañana del domingo, previo al tercer debate, ocurrió la cuarta manifestación ciudadana (con presencia marginal de los partidos de la coalición). Para impedirla, desde Palacio se promovió un plantón de la CNTE, que buscó bloquear la mitad del Zócalo. Fui testigo de cómo los ciudadanos quitaban las vallas, y los “maestros” intentaban recolocarlas, de cómo esto derivó en enfrentamientos (menores), y también de la llegada de granaderos. Al final, los pocos centenares de “maestros” mejor se quedaron tranquilos frente a los cientos de miles de ciudadanos que no sólo llenaron todo el espacio libre en la plancha, sino todas las calles adyacentes, a un grado muy superior a las tres manifestaciones previas.

Tal vez por eso este tercer debate fue un claro dos a uno, con Máynez en nivel abyección, y Claudia cerrando su participación suplicando una amplia votación que le permita ganar por buen margen. Quedó la impresión de que quien va en primer lugar es Xóchitl Gálvez, impresión que se refuerza con la manifestación ciudadana, pero también con las mediciones del tracking mencionado. Por primera vez, en la semana que terminó el domingo, está arriba (por una décima de punto, apenas).

Quedan diez días para confirmar el triunfo, e iniciar la reconstrucción.

Este articulo se publicó originalmente en El Financiero, se reproduce con la autorización del autor.

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