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Fuera de la Caja

Estrada-Chávez

Macario Schettino | @macariomx

El antiguo Régimen de la Revolución, para evitar ser juzgado por otras naciones, optó por lo que llaman “doctrina Estrada”: la no intervención en los asuntos internos de otros países y el derecho a la autodeterminación. Si bien cuando se enunció, el mundo estaba en una etapa autoritaria, fue muy útil durante el periodo de las Guerras de Liberación Nacional para jugar al equilibrio entre los bloques soviético y americano, al extremo de permitirle a México servir de salvavidas a la Revolución cubana.

Como muchas otras herencias de ese régimen, ahora resucitadas, para lo que se usa es para aislarnos lo más posible. Otra vez estamos en una época autoritaria a nivel global, y apelar a la doctrina no parece muy necesario. Sin embargo, lo curioso del caso es que, por primera vez, el gobierno mexicano ha optado por sí intervenir en los asuntos internos de los demás.

Durante el gobierno anterior, el gobierno mexicano decidió ir a salvar a Evo Morales, hoy en proceso por delitos que no tienen nada que ver con la política. Además, se involucró en la vida interna de Perú y Ecuador, provocando que este último interrumpiera la relación con México (e invadiera la embajada).

En esta administración, ya intervino el gobierno mexicano en Venezuela, respaldando al dictador, y ahora Perú rompe relaciones con México por querer dar asilo a la jefa de gabinete de Pedro Castillo, presidente por unos meses, y ahora procesado en su país.

En todos los casos, el gobierno de México no sólo opinó acerca de decisiones internas de esas naciones, sino que intervino directamente. Mientras lo hacía, exigía disculpas a España por supuestas acciones ocurridas hace cinco siglos, más con base en la mitología nacional que en evidencia, llegando al extremo de no invitar al rey de España al cambio de administración.

Finalmente, el gobierno ha decidido reemplazar a Venezuela como la vaca lechera de Cuba. Se contrató personal médico, algo prohibido internacionalmente por tratarse de trabajo esclavo, y se les ha regalado combustible para que el régimen dictatorial de ese país pueda sobrevivir. En suma, hay una doctrina Estrada cuando conviene, y una doctrina Chávez en el resto de los casos.

Porque no debe haber duda de que López Obrador y su sucesora han creído que es su papel ocupar el espacio que dejó vacante Hugo Chávez, con su muerte, pero sobre todo con la bancarrota venezolana. Todas las intervenciones mencionadas han ido en la dirección de respaldar gobiernos del mismo corte: populistas autoritarios. Si sumamos a ello el deterioro de la democracia y el Estado de derecho en México, creo que hay un riesgo cierto de perder el acuerdo comercial con la Unión Europea, que exige ese tipo de régimen político.

Por otro lado, esta doctrina Estrada-Chávez puede convertirse en una seria vulnerabilidad frente a Donald Trump, que de forma arbitraria ha decidido presionar para el cambio de régimen en varios de los países latinoamericanos, en especial aquellos más claramente populistas. Aunque él sufre del mismo mal, lo sufre en otro lado, y además no quiere competencia. Ha puesto el ojo (la mira de sus barcos, para ser preciso) en Venezuela, pero también en Colombia, Nicaragua y Cuba. Tiene querencia por Argentina y El Salvador. Digamos que parece estar exactamente contraesquina de México.

Por acá insisten en que debe prevalecer Estrada, aunque ellos hayan aplicado Chávez de forma consistente. Por si fuera poco, hace más de siete años que no platican con nadie que no sea uno de esos populistas. Nos aislamos del mundo multilateral, nos pusimos a jugar con dictadores latinoamericanos, y estamos en el espacio que Trump percibe como propio: el hemisferio occidental completo.

Han hecho historia. Jamás México había sido puesto en tanto riesgo.

Este artículo se publicó originalmente en El Financiero, se reproduce con la autorización del autor.

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