Fuera de la Caja
Acción Nacional
Macario Schettino | @macariomx
El Partido Acción Nacional se fundó en septiembre de 1939, 18 meses después de la transformación que Lázaro Cárdenas hizo del cascarón creado por Calles en 1929, convirtiéndolo en un partido corporativo, el inicio verdadero del PRI, hoy renacido en Morena. Era el Partido de la Revolución Mexicana la confluencia de todas las fuerzas vivas de la Revolución. Abarcaba todo.
Se fundó el PAN para enfrentar esa hegemonía, como la alianza de los católicos del Bajío y los liberales de Sonora. No los unía la ideología ni la propuesta, sino el espanto, el terror al potencial totalitarismo. Curiosamente, se trataba de los herederos de quienes iniciaron la gesta independentista, para terminar entregando el poder a los oaxaqueños, y de quienes impulsaron la Revolución, para también capitular, en su caso a manos de los michoacanos. Esa alianza originaria explica en buena medida los vaivenes del PAN, a veces liberal, a veces conservador, a veces mocho.
Este sábado se anunció el relanzamiento del PAN. Más allá de cambios cosméticos, el reemplazo de su lema me parece que indica la profundidad de la decisión. Ya no más “patria ordenada y generosa”, versión mexicana del brasileño “ordem e progresso”, reflejo del pensamiento liberal positivista del cierre del siglo XIX. Ahora será “patria, familia, libertad”, que puede leerse con música del Rigoletto de Verdi. Parecería algo tan superficial como el cambio del logo, pero creo que es el reconocimiento de que la versión liberal del PAN ha dejado de existir. Se alejan de Gómez Morin, se acercan a González Luna.
Es una decisión coherente con la lógica de los tiempos. El liberalismo del fin de la historia se vino abajo con la Gran Recesión y llevamos 15 años de iliberalismo creciente. Es una desgracia, pero así es. En el mundo entero, el centro liberal se ha vaciado, y la lucha por el poder ocurre en otra parte. Y el PAN es, perdone, un partido político: debe luchar por el poder.
Por otra parte, esta decisión reconoce que México no ha contado con suficiente ciudadanía. Apenas en dos ocasiones hemos avanzado un poco en esta dirección: con Porfirio Díaz y con los “neoliberales”. Por eso el discurso oficial los desprecia, porque el verdadero enemigo del viejo PRI y del nuevo Morena es el ciudadano. Tal vez la mitad de los mexicanos pueda calificarse así, pero en las elecciones a duras penas se supera el 40%. El resto actúa corporativamente. Han cambiado de dueño, pero no de costumbres.
Las reacciones que he visto al relanzamiento del PAN eran esperables. En redes, burla y desprecio, de personas que no sentían mayor cercanía al partido. En la opinión publicada, descalificación de parte de las plumas del corporativismo actual, pero también una incipiente discusión de fondo, muy impregnada de perspectivas globales poco relevantes en México. Ni el wokismo ni su contraparte evangélica, polos estadounidenses, tienen mucho espacio en nuestra sociedad medieval y guadalupana.
En cambio, el nuevo lema del PAN puede resonar no sólo en una de sus regiones fundacionales, donde todavía tienen presencia política real, sino extenderse a esa masa que imagina amenazas como el comunismo, el wokismo, e incluso diversas denominaciones protestantes. En estos tiempos identitarios, mientras menos contenido le pongan al lema, será mejor para ellos. No es momento de grandes ideas, sino de acciones congruentes, incluyendo la construcción de un andamiaje político-electoral.
Para liberales viejos como este columnista, que muy probablemente morirán en esa colina, el relanzamiento del PAN no es una buena noticia. Pero la política se hace en la vida real, y no en la república de las letras. Visto así, el relanzamiento es una decisión correcta. Por el bien de la república real, les deseo mucho éxito.
Este artículo se publicó originalmente en El Financiero, se reproduce con la autorización del autor.