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Los engañaron

Macario Schettino | @macariomx

Cada vez más colegas se convencen de que la economía se desacelera. Las señales eran claras desde hace algunos meses, pero cada quien las percibe de manera diferente. Ahora ya las estimaciones para el comportamiento de la economía durante 2024 se han reducido a un crecimiento de 2%, frente a lo esperado por Hacienda que era 3%. Al revés del año pasado, cuando sólo ellos pronosticaron correctamente, ahora parece que se quedarán solos, porque ya no hay manera de seguir inflando los datos de construcción, como hicieron el año pasado, y el consumo se ha estancado.

INEGI informó que el estimador oportuno del consumo para mayo y junio implica que se tendrá el mismo nivel en el segundo trimestre del que se alcanzó en el primero, que fue el más elevado en la historia. En buena medida, ese alto nivel convenció a muchos mexicanos de no cambiar el rumbo del país, y votar por quienes están ahora en el gobierno. La burbuja de ingresos de los últimos 18 meses, fácilmente convertida en consumo, no dejaba lugar a dudas.

A menos que uno se preguntara acerca del origen del dinero, pero eso no es frecuente que ocurra. Comparado con la trayectoria más reciente del crecimiento del consumo, en 2023 tuvimos una burbuja equivalente a 3.5% del PIB, que para este primer semestre alcanza 5.8% del PIB. No es coincidencia que esas cifras sean el déficit fiscal para ambos años, porque el origen del dinero no es otro que el erario.

Repartir dinero siempre ha sido una forma eficiente para ganar elecciones, como lo sabían en la República romana, hace más de 2 mil años. Ahora también funcionó. Lo podemos atestiguar con las cifras mencionadas, pero no podemos documentar el impacto del efectivo que corrió durante los últimos días de mayo: compra de voto al menudeo que, al menos en Ciudad de México, revirtió la tendencia.

En cualquier caso, el detalle es que esos gastos no están cubiertos por ingresos crecientes del sector público. Entre que Pemex ya no sólo no da, sino que quita; que los elefantes blancos siguen perdiendo y que hay que hacer al menos como si se ofreciesen servicios públicos, ya no hay dinero. De hecho, no hay cómo reducir el déficit que este año superará 5% del PIB (un punto más si se consideran los requerimientos fiscales). Prometieron que lo bajarían a 3% el próximo año, hace unas semanas dijeron que 3.5%, y bancos y agencias esperan que siquiera baje a 4.5%.

Para que no haya duda de que de verdad no hay dinero, revise la declaración de Sheinbaum hace unos días de que no cumplirá su promesa de extender la pensión a mujeres de entre 60 y 65 años. Aunque nada más había ofrecido la mitad de lo que cobran los mayores de 65, ni para eso alcanza, de forma que dice que revisarán cómo irlo haciendo paulatinamente.

Desde el año pasado, pero sobre todo en éste, el déficit fiscal ha financiado esas pensiones y becas, de forma ilegal. La ley obliga a que sólo se contrate deuda para inversión, pero el déficit supera por mucho lo que realmente se invierte. Precisamente por eso no lo pueden reducir rápidamente, porque incluso dejando de gastar en infraestructura, por completo, el déficit sería de al menos 4% del PIB. Y eso sin contar las promesas de la campaña.

Inexplicablemente, hay quienes aseguran que la economía está bien, a pesar de que hoy producimos menos, por habitante, que hace seis años, que incrementamos el monto de la deuda, que tenemos un déficit inmanejable y que la provisión de bienes públicos por parte del gobierno casi ha desaparecido. No, se construyó una burbuja durante año y medio para ganar las elecciones. Lo lograron. No tienen cómo seguir adelante.

Este artículo se publicó originalmente en El Financiero, se reproduce con la autorización del autor.

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